Cada vez más lejos 1

Era una noche fría, estaba metida en la cama intentando dormir pero algo me decía que había pasado algo grave. El móvil, encima de mi mesita de noche, vibró lo que me hizo despertar de aquel letargo.
- Quién?- pregunté
- Oye ven inmediatamente al hospital, él ha caído de su moto y está grave- dijo una voz desesperada.
- Vale ahora mismo voy.

No tenía coche ni moto y mi único modo de transporte era el autobús, pero esto era demasiado importante mi suegra me había llamado angustiada y desesperada.
Entré en la habitación de mis padres corriendo gritando que a él le había pasado algo grave. Mi madre se despertó y le conté todo lo que pude saber y sin pensárselo dos veces me dijo que me vistiera rápido y que subiera al coche lo antes posible.

Cuando salimos de casa empezó a llover y eso hacía que me angustiara más. El camino se me hacía largo y las ganas de morirme corto, porque no podía vivir sin él.
Al fin mi madre pudo aparcar en un hueco no muy grande, abrí la puerta, salí de ella lo más rápido que pude y empecé a correr. Mi madre me empezó a gritar y a decir que me quedara donde ella pero yo no podía hacer eso.
Entré por la puerta del hospital y fui a recepción, al principio no querían darme el número de la sala pero lo pregunté 30 veces más hasta que por fin me la dijeron:
- Es la 215.
- Gracias.
Corrí por los pasillos, aún así no estaba permitido, hasta que pude encontrar los ascensores. Apreté el botón de uno y se puso rojo. Como tardaba mucho en bajar, pulsé a todos y el primero que llegó me subí.
Su habitación estaba en la segunda planta, no paraba de dar vueltas en el ascensor se me hacía eterno todo. La puerta se abrió y volví a correr, fui buscando cartel por cartel hasta que por fin encontré el 215.
Cuando entré vi un circulo de gente al rededor de su cama, unas lloraban y otras tenían los ojos llorosos, saludé sin animo y fui apartando a la gente hasta que por fin pude verlo.
Estaba casi lleno de vendas en la cara pero aún podía verse su pelo castaño. Me acerqué aún más y lo abracé, él no lo hacía. Empecé a llenarlo a besos, pero él no reaccionaba a nada.
Giré y cruzé la mirada con sus padres, ellos me mirarón más angustiados aún, y empecé a llorar sobre su pecho como tantas veces había echo.
No estaba muerto, pero...le costaría volver a mi lado.


(continuará...)

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